La Vaca, el Cerdo y la Religión

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A lo largo de mi vida me pregunté cuál era el motivo por el cual los indios no se comían la vaca en los momentos de mayor hambruna y desesperación. El hinduismo considera a la vaca la encarnación de todos los dioses y símbolo de fuerza, abundancia, maternidad, fertilidad y una vida plena.

Pero eso cambió cuando a poco de alcanzar la mayoría de edad leí el libro del antropólogo Marvin Harris “Vacas, cerdos y brujas: Los enigmas de la cultura”.

Harris argumenta que las vacas tienen un valor económico crucial en las comunidades rurales de la India. Son esenciales para la subsistencia de la población, aunque no sean consumidas como carne:

  • Las vacas proporcionan leche, fuente importante de proteínas y nutrientes.
  • Los machos de las vacas son imprescindibles para arar campos y otras tareas, lo que en un sistema agrícola que se basa en la tracción animal, los convierte en animales imprescindibles.
  • El estiércol de las vacas es un recurso que se utiliza como fertilizante natural para enriquecer los campos y, además, como combustible para cocinar usándose en forma de tortas de estiércol seco.

Marvin Harris destaca que el sacrificio de vacas sería insostenible a largo plazo. El ganado es la piedra filosofal para el mantenimiento del ciclo agrícola y ecológico, y el sacrificio de las vacas sería incompatible con la sostenibilidad en donde la agricultura es fundamental. El cuidado de las vacas ayuda a preservar una estructura económica y social basada en el cultivo de la tierra.

Las vacas en las áreas urbanas y rurales también desempeñan un papel importante al limpiar las calles y los campos de residuos orgánicos. Se alimentan de restos de cultivos, hierba, y desperdicios vegetales y de no ser así, estos restos podrían acumularse y convertirse en un problema sanitario. Esta función contribuye a la higiene pública y la gestión de desechos.

Esta circunstancia (consumen estos residuos y producen estiércol que es usado como fertilizante y combustible) contribuye a la sostenibilidad al reutilizar y reciclar materiales que serían desperdiciados.

La prohibición religiosa de matar vacas es una estrategia cultural para proteger estos animales de ser consumidos en tiempos de hambre. Coincido con Harris en que las prohibiciones religiosas nacen de la necesidad de impedir su sacrificio, como recurso vital para la economía y la supervivencia de las comunidades rurales.

Al igual que la religión prohíbe comer vaca en la India, el consumo de cerdo está prohibido en ciertas religiones del Medio Oriente y el norte de África, específicamente en el islam y el judaísmo.

Marvin Harris, en el mismo libro, relata que los cerdos no son adecuados para el entorno natural del norte de África y el Medio Oriente por su clima árido y caluroso. Los cerdos, a diferencia de lo que sucede con las cabras, las ovejas o los camellos, no se adaptan para sobrevivir en esas regiones:

Requieren grandes cantidades de agua y sombra, recursos son muy limitados y valiosos en esos entornos. La cría de cerdos es insostenible.

Las tierras son más aptas para la cría de animales que pueden alimentarse de vegetación escasa o pastos secos y los cerdos necesitan alimentos vegetales más específicos.

Los cerdos también compiten con los humanos por alimentos que podrían ser usados directamente por las personas.

Los cerdos tienen la reputación de ser «impuros» en estas culturas en parte porque pueden portar enfermedades que se transmiten a los humanos, como la triquinosis.  Las tradiciones religiosas del islam y el judaísmo desarrollaron fuertes leyes dietéticas en contra del consumo de carne de cerdo.

El fondo de la cuestión es que, originalmente, las religiones funcionaron como salvaguarda del bienestar de las poblaciones, estableciendo unas pautas de comportamiento compatibles con la supervivencia y el bienestar propio y del grupo social de referencia.

Cuanto más primitivo es un pueblo, más primarios son sus comportamientos y no sería de extrañar que en situaciones de desesperación se cometieran actos como el sacrificio de la vaca y el consumo de su carne, lo que garantiza un breve tiempo de saciedad y alimentación para dar paso a la consiguiente catástrofe.

Pero ¿cómo convencer a un indio, que sufre un hambre atroz, que no sacrifique a su vaca? Lo único que lograba frenar ese apetito voraz era el castigo divino, el castigo de los dioses y las religiones lograron en gran medida solucionar ese problema.

Cuanto más primario es un ser humano, más necesaria es la religión, entendiendo la religión en su germen primigenio que tiene el objetivo de preservar la vida. Del mismo modo, cuanto más culto y preparado es un ser humano, menos necesaria es la religión porque su raciocinio e inteligencia le permitirán hacer lo correcto.

Los orígenes de las religiones tienen lugar en aquellos primeros grupos humanos en los que regían tres poderes. El primero de ellos es el de la sabiduría encarnado en el más viejo o en el clan de los más viejos, que acaparaban más saber que el resto, por su experiencia.

El segundo de ellos era el que se encarnaba en el jefe militar, que en su aspecto primigenio era el más fuerte y que obtenía su respeto por el ejercicio de la fuerza y la imposición.

Finalmente, el tercero era la religión, encarnada en el brujo, en el chamán. Ese personaje al que Yuval Noah Harari le dedica tiempo en su libro “Sapiens” en el que señala que los chamanes o brujos eran hábiles en usar explicaciones que mantuvieran su credibilidad.

Por ejemplo, si un sacrificio o ritual no tenía el efecto deseado, como invocar la lluvia o curar una enfermedad, el chamán podía justificar el fracaso diciendo que los dioses estaban enojados por algún pecado cometido por la tribu, o que el sacrificio no fue suficiente y necesitaba más ofrendas.

Independientemente de que la religión se base en premisas correctas y beneficiosas para sus creyentes, el mecanismo que las hace funcionar es la manipulación del individuo a través de un elemento mágico, el Dios, y los perjuicios que conlleva contrariar al poder divino.

Harari argumenta que la capacidad del chamán para ofrecer estas explicaciones reforzaba su autoridad y mantenía la cohesión social. A través de un lenguaje persuasivo y creencias compartidas, el chamán podía convencer a la tribu de que el poder de los espíritus era real y que las dificultades eran simplemente pruebas o castigos divinos.

Y llegamos al mismo punto. El individuo bien formado, culto, con conocimientos, que ha estudiado y lo sigue haciendo a lo lardo de su existencia, minimiza la necesidad de una religión y, por ende, minimiza también la posibilidad de ser embaucado por el chamán de turno.

Todas aquellas personas que intenten manipularnos lo harán en base a conceptos entendibles y necesarios para nosotros y buenos en sí mismos, beneficiosos para nosotros, pero siempre a cambio de algo.

Todos lo harán para obtener de nosotros lo que desean. Es importante darse cuenta de que nada es gratis. Todo tiene un precio y si no reconoces el precio es que el precio eres tú.

El chamán, el sacerdote, el pastor, destaca por entender perfectamente a su rebaño, su idiosincrasia, sus necesidades, sus anhelos, sus miedos y sus temores. Y eso no es algo que consigue por una simple observación sino a través un sofisticado mecanismo para obtener esa información.

Uno de esos sofisticados medios es la confesión auricular, en la que interviene un confesor, a quién se le relatan los pecados y éste hace de intermediario con el Dios para obtener la absolución tras un arrepentimiento y propósito de enmienda del pecador.

Este tipo de confesión se da en varias religiones como la de los católicos, luteranos (opcional), anglicanos (opcional), budistas, ortodoxos, hinduistas (opcional). No es así en el caso de los judíos, protestantes, islamistas (puede haber confesión pública en casos graves) y el sijismo por citar los más relevantes.

El mecanismo de la confesión auricular ante otro humano es una fuente de información inagotable, pero lo importante es que esos datos se refieren a los pecados, la debilidad, actos “impuros” y debilidades humanas.

El pastor lograba información privilegiada de primera mano que le confería una ventaja en la relación con su rebaño y la capacidad de manipular e influir en la conducta individual y grupal de todos ellos.

Hoy en día esos mecanismos siguen existiendo, pero han surgido nuevos modos para obtener de la gente los datos que necesitamos y que, en estas nuevas religiones digitales relacionadas con la web y las redes sociales, es tremendamente fácil obtener.

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